Viernes 26 Abril 2024

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    La historia del vidrio contada por pintores: entre la modernidad y el impresionismo

    Hace unas semanas propusimos uno breve análisis sobre el fascinante vínculo entre los artefactos de vidrio y las pinturas, desde la época romana hasta el comienzo de la edad moderna. Continuamos esta investigación hoy, tratando de interceptar la sugerencias simbólicas de vidrio en las artes figurativas entre el siglo XVII y finales del XIX.

    Un material icónico

    El vidrio no es sólo un elemento de acompañamiento en las pinturas, destinado a sugerir el prestigio económico de las personas representadas o de los mecenas que encargaron la obra.
    Se trata, en realidad, de un tema lleno de valores simbólicos y mágicos: una reflexión esotérica. Una característica fácilmente observable en Alegorías de la vanidad, en el que la imagen del reloj de arena. Este objeto, donde se combina el vidrio con su componente principal, la arena, recuerda el motivo desol ubi y de la naturaleza fugaz de la experiencia terrenal. 

    En los retratos, el vidrio interactúa con los sujetos, ayudando a hacer eternas las pinturas de gran encanto. Piénsalo La chica del pendiente de cristal por Vermeer (conocido incorrectamente como La niña con el arete de perla) que, después de siglos, sigue encantando a los amantes del arte, gracias a su mirada enigmática y al marcado juego de luces y sombras, entre los que destaca el pendiente de cristal.    

    Hacia la temporada impresionista

    Avanzando hacia el siglo XIX, no sólo se reflejan en el vidrio las reflexiones pictóricas de los artistas preimpresionistas e impresionistas, sino también las historias personales de los sujetos retratados. 
    La esencia de El bar del Folies-Bergère está contenida tanto en la expresión melancólica de la camarera del primer plano (enmarcada en la parte inferior por un bodegón de cristal), como en los reflejos del gran espejo colocado detrás de él. el asombroso Rebanada de vida, Pintado por Manet frente al espejo, logra la compleja hazaña de "arrancarle su lado épico a la vida moderna", como sugirió acertadamente el poeta Baudelaire.  

    Los espejos de Degas

    Y gran parte de la pintura impresionista se desarrolla en reflejos: piense en las pinturas de mujeres en el espejo de Morisot (Psique) O Degas (Madame Jeantaud en el espejo), dos pintores que pretendieron subvertir la idea clásica del retrato, proponiendo soluciones nuevas y dinámicas, dictadas por nuevos cortes visuales y selladas por las posibilidades que ofrecen los espejos, como símbolo de la mutabilidad y la naturaleza ilusoria de la realidad.

    Y son precisamente los espejos o vidrieras los que complementan los elegantes movimientos de los bailarines en los cuadros de Degas. Gracias a este expediente, el pintor francés consigue engañar la perspectiva y el punto de fuga, ofreciéndonos un plano original. Un ejemplo magistral, en este sentido, es el famoso cuadro la lección de baile, en el que la vista que ofrece el espejo nos permite distinguir el resto del salón de baile, así como el gran ventanal por el que se cuela la luz natural y por el que podemos vislumbrar los edificios parisinos y el cielo. 

    El vidrio como mensaje

    La capacidad de Degas para describir la vida urbana y sus dramas se resume perfectamente en Ajenjo. La escena se desarrolla en uno de los lugares favoritos de los impresionistas, el Café de la Nouvelle Athènes, donde dos clientes (una prostituta patéticamente vestida y un bohemio vulgar) se sientan uno al lado del otro, distanciados por su malestar personal.

    Los ojos perdidos en el vacío de los dos personajes ayudan a comunicar esa sensación de desesperación y degradación que se ve amplificada aún más por el espejo opaco en el que se reflejan sus siluetas.
    A diferencia de los reflejos del Bar des Folies-Bergère, los del Café de la Nouvelle Athènes, débiles y confusos, comunican una sensación de claustrofobia y parecen aprisionar a los dos clientes en su adicción al alcohol.
    De hecho, el alcohol es la única compañía que tienen: una copa de vino en el caso de la bohemia y una copa de ajenjo, acompañada de una botella desoladamente vacía, para la chica pálida. 

    Una parte del esquema perspectivo del cuadro se desarrolla en la diagonal que une los tres recipientes de vidrio, lo que nos lleva a detenernos en las figuras de los dos mecenas y a confraternizar con sus emociones y su soledad. 

    fuente: Los nuevos cuadernos antiguos. Los lentes, Fabbri Editore, Milán (1991), artesvelata.it, bibliotecamo.it, wikipedia.org

    Fuente de la imagen: Edgar Degas, dominio público, vía Wikimedia Commons

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