El vidrio siempre ha sido una gran fuente de inspiración para arquitectos e ingenieros.
Tras pasar de un artículo de lujo a un material muy utilizado, los edificios de vidrio han comenzado a extenderse por todo el mundo, sorprendiendo por su transparencia y juego de luces.
Fue alrededor de los años 50 y en el período de auge económico que los edificios de hierro, vidrio y acero alcanzaron la cima de la popularidad, gracias a maestros de la arquitectura moderna como Le Corbusier, Ludwig Mies Van Der Rohe, Walter Gropius, Frank Lioyd, Alvar Aalto y muchos otros.
Nueva York es la metrópoli con 6.472 rascacielos, más de 100 metros de altura y 92 que alcanzan los 183 metros. En todo el mundo existen imponentes edificios que han elegido el vidrio para ser un gran protagonista en las grandes ciudades, dejando un gran espacio para la combinación de vidrio y belleza.
En arquitectura y vidrio se destacan temas como la delicadeza, la transparencia, la innovación, la experimentación artística, la sinceridad, la pureza.
Y es precisamente por ello que la vinculación entre vidrio y belleza también se expresa magníficamente en el sector del mueble, que a lo largo de los siglos lo ha elegido como material de referencia en la creación de ambientes artísticos y de diseño.
La arquitectura y el mobiliario han dado paso a verdaderas innovaciones técnicas que nos han permitido desarrollar procesos cada vez más complejos capaces de transformar el vidrio en un objeto que, de la mano de un profesional (arquitecto, interiorista, diseñador ...) puede transformarse en un producto capaz de comunicar una sensación y un mensaje.
Aquí se desarrollan procesos de serigrafía, plegado, grabado, plateado,
esmaltes que permiten crear grandes obras y pequeñas maravillas donde la creatividad humana encuentra un amplio espacio.
